Antonia Sainz estaba esperando a que llegara el manitas para solucionar el problema de su iluminación, ¡pero no se esperaba semejante semental! Ella no puede dejar de mirarlo y, cuando él entra a su casa, cierra la puerta con llave discretamente. Cuando Don se sube a una silla para comprobar el problema, Antonia no pierde el tiempo sacando su pene de sus jeans. Con las cejas levantadas, Don no puede creer su buena suerte, pero está dispuesto a ver adónde lo lleva este tren. Abriendo mucho la boca, Antonia toma la rigidez de Don tan profundamente como puede en su garganta. Ella lame y chupa con lenta deliberación, follándose a Don con los ojos todo el tiempo. Para cuando Antonia finalmente logra besar a Din, él se ha quitado la camisa para que ella pueda palpar todos esos músculos sólidos que se esconden debajo. Antonia se desnuda un poco. Se quita la minifalda de cuero y se abre la camisa para dejar que sus pechos se derramen antes de saltar sobre la mesa. Don sabe cómo aceptar una invitación tan descarada; cae de rodillas y entierra su rostro en el resbaladizo agujero de Antonia, luego desliza dos dedos profundamente dentro de su chocho bien recortado. Al encontrar a Antonia agradable y húmeda, Don no duda en levantarse y golpear su erección. Con las bolas muy dentro de Antonia, desliza una mano debajo de ellas para tocar su clítoris y asegurar su verdadero placer. Luego le da la vuelta para que ella lo acurruque sobre la mesa y vuelve a entrar por detrás con un coro de gritos de alegría. Cuando Don se sienta en una silla, Antonia sabe exactamente lo que quiere hacer. Ella se desliza hacia abajo sobre su palo de mierda con la espalda contra el pecho de Don, empalándose en su erección. Poniendo sus pies sobre los muslos de Don, comienza a balancear sus caderas en un ritmo primario que la hace gemir. Todo lo que necesita hacer para correrse es agarrar la mano de Don y guiarla directamente hacia su clítoris. Continuar usando la silla para un jugueteo estilo perrito es la manera perfecta de relajarse el día. Antonia deja que Don la lleve a casa por última vez, luego salta de la silla y se arrodilla. Ella continúa acariciando y chupando a su manitas, trabajando sus manos y boca hasta que Don le revienta las tetas. Finalmente satisfecha, Antonia sonríe con sensual deleite mientras frota el esperma de Don en su tierna piel.
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